Morir a las obras de la carne

Cuando tú eres obediente a Dios y te presentas delante de Él con lo mejor que tú tienes –que muchas veces es lo último que tú tienes –, Él se mueve a favor tuyo. Ese es el poder de la preciosa semilla, de creerle a Dios que Él va a hacer algo sobrenatural.

“10 Entonces él se levantó y se fue a Sarepta. Y cuando llegó a la puerta de la ciudad, he aquí una mujer viuda que estaba allí recogiendo leña; y él la llamó, y le dijo: Te ruego que me traigas un poco de agua en un vaso, para que beba. 11 Y yendo ella para traérsela, él la volvió a llamar, y le dijo: Te ruego que me traigas también un bocado de pan en tu mano. 12 Y ella respondió: Vive Jehová tu Dios, que no tengo pan cocido; solamente un puñado de harina tengo en la tinaja, y un poco de aceite en una vasija; y ahora recogía dos leños, para entrar y prepararlo para mí y para mi hijo, para que lo comamos, y nos dejemos morir. 13 Elías le dijo: No tengas temor; ve, haz como has dicho; pero hazme a mí primero de ello una pequeña torta cocida debajo de la ceniza, y tráemela; y después harás para ti y para tu hijo. 14 Porque Jehová Dios de Israel ha dicho así: La harina de la tinaja no escaseará, ni el aceite de la vasija disminuirá, hasta el día en que Jehová haga llover sobre la faz de la tierra.” 1 Reyes 17:10-14

Esta mujer fue obediente, aunque titubeando en un momento dado, y al obedecer, dice la Biblia que el aceite se multiplicó, y la harina no escaseó. Es interesante ver la interacción del profeta con esta mujer, y cómo ella reacciona ante una petición tan especial y tan difícil en ese instante. No era una comida más; era la última comida. No había abundancia; aquello era lo poco que quedaba. Ya ella había determinado en su mente lo que iba a pasar. En aquel momento, esta mujer tuvo que pelear con su fe. Ella ya se había resignado a la muerte, a morir con su hijo. ¿Qué diferencia habría hecho una comida más? Solo habría muerto un poco después. El final iba a ser el mismo, así que aquella comida no hacía diferencia, por lo que tampoco era tan importante. Lo que hace que esta mujer dude de dar la ofrenda, es la falsa expectativa que ella pudiera tener de que la estuvieran timando, llenándole de expectativas de algo que pudiera ser que no pasara. Ya ella había determinado que iba a morir; una comida más no haría diferencia. Lo que hace que ella titubee en su fe es que ella se había ya resignado a morir, pero ahora viene un hombre de Dios que le dice: No vas a morir.

Quizás tú, hoy, estás en una situación tan difícil, que ya te has resignado a esa situación, a esa dificultad, y ya has determinado y declarado: Esto es lo que me queda. Recibes una palabra como esta y lo que te da miedo no es dar la ofrenda porque, de todos modos, lo que te queda no te alcanza para pagar lo que tienes que pagar, por lo que no cambiaría nada. Si hubiese resultado que el profeta le estaba mintiendo a la viuda, ella iba a morir comoquiera, así que una comida más o una menos no hacía diferencia; donde hacía diferencia era en el corazón de esta mujer porque ahora ella tenía expectativa más allá de aquello a lo que ella se había resignado.

Hoy te hablamos a ti, que te has resignado a vivir en el estado de pobreza que estás viviendo; te has resignado a vivir en esa condición, en esa situación, en ese fracaso. Has dicho: Esto es lo último que me queda. Más allá de retarla a dar una ofrenda, el profeta la retó a tener expectativa de un futuro. No ofrendas porque no quieres levantarte las esperanzas de que algo va a pasar, no sea que luego quedes desilusionado. Y entonces, te quedas estancado. Esa es la batalla de la fe, la batalla que hay en tu interior, en tu corazón.

Esta mujer se había resignado, y ahora oye una palabra de parte de Dios, a través del profeta, que le dice: Vas a vivir. En aquel momento, un mundo nuevo se abrió. Pero la batalla que había en ella era: ¿Y si no ocurre? Cada vez que tú oyes una palabra de parte del Señor, es Dios retando tu fe para que te atrevas a sacrificar, a hacer, a no resignarte más. Atrévete a levantarte en fe y creerle a Dios que tu futuro es uno de prosperidad, de aumento, de crecimiento, de victoria. Tú no tienes que morir en esa situación. Ahora tú tienes una batalla; has recibido esta palabra, pero piensas que no te va a pasar a ti, que no te puedes ilusionar. Sin importar la decisión que tomara aquella viuda, el resultado podía ser muerte. Pero el intento, la fe de decidir levantar sus expectativas y dar aquella comida, lo que estaba diciendo era: No voy a morir.

Rehúsate a que este sea tu final. Tu final no tiene que ser la bancarrota, la pérdida. Levántate y siembra una semilla de fe. Tu expectativa de que Dios va a hacer algo, abre un nuevo futuro delante de ti.
DIOS ES BUENO !!

Autor: D.R.A.

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