La valentía del corazón de David

David, de la misma manera que Saúl, tenía todas las excusas posibles para actuar de la misma manera, pensar de la misma forma que Saúl y estar intimidado ante los problemas y dificultades. Tuvo problemas familiares, tuvo retos con su familia, con Saúl; y podemos asumir que David podía tomar la misma actitud y decir: no sirvo para nada, tengo que quedarme escondido, en lo oculto y nunca alcanzar el llamado de Dios para mi vida. Pero, aun siendo tan jovencito, su actitud era una totalmente diferente ante la vida. David le metía mano a todo, era un muchacho valiente, enfrentaba, hacía lo que fuera. A veces, los que nacen en lugares no tan privilegiados, tienen que luchar tanto, que desarrollan unas características que les permiten, eventualmente, avanzar más en la vida que aquellos que nacen en cuna de oro. A veces, el que nace en cuna de oro no necesita tanto esfuerzo para avanzar porque lo tiene todo disponible, accesible, y muchas veces lo que hace es menospreciarlo o botarlo, desperdiciarlo; pero aquellos que, desde pequeños, tienen que batallar, luchar, comienzan a crear en su interior ese carácter que les permite enfrentarse a todos los problemas de la vida y tener la victoria.

Cuando vemos la historia de David, hay cuatro grupos de personas, cuatro personas que pudieron haber causado que David se encerrara detrás del equipaje y se escondiera, se intimidara y no se mostrara al mundo. En 1 Samuel 16 y 17, vemos cuatro conversaciones que escuchó David en un momento dado, que podían provocar que él decidiera regresar atrás y nunca salir del lugar donde lo querían esconder.

Las primeras palabras que tuvo que vencer David, fueron las de su padre, el menosprecio de su padre, aquel que lo engendró. El profeta llegó a casa de Isaí para ungir al próximo rey de Israel, hicieron una gran fiesta y no invitaron a David; se enteró que había fiesta porque veía el humo de la chimenea; tuvo que el profeta mandarlo a buscar de detrás de las ovejas para que llevaran a David hasta aquel lugar. Y conocemos la historia; en ese momento, David es ungido delante de sus hermanos y, a pesar de esto, una vez más, cuando se acaba la fiesta, lo mandan detrás de las ovejas. Las palabras y la actitud del padre de David eran un reto para él. Se nos hace difícil muchas veces vivir con el menosprecio de nuestros padres, con el abandono emocional, con las pocas palabras de afecto que a veces se reciben. Hay personas que tienen que vivir a través de los tiempos con esa falta de alguien que les diga cuánto le admiran, cuánto le celebran y le aman, lo grande que eres. Es difícil superar eso. Es interesante porque cuando David pudo matar a Saúl, no lo hizo, sino que cortó un pedazo de su túnica. Se paró al otro lado del río, Saúl lo vio y le dijo: hijo, eres mejor hombre que yo. Por primera vez, David escuchó las palabras de admiración de un hombre por algo bueno que él había hecho, palabras que todos queremos escuchar algún día en nuestras vidas. El Padre celestial no permitió que Cristo entrara en su ministerio, sin Él primero hablarle desde el cielo y decirle: tú eres mi Hijo amado, en ti tengo complacencia.

David pudo haber tomado como excusa la falta de amor de su padre, la falta de admiración, la falta de comprensión, y haber tomado aquello como excusa para decir: me quedo escondido. Pero fue todo lo contrario. Cuando David decide matar a Goliat, pelear contra él, habían tres recompensas: casarse con la hija del rey, tener la silla al lado del rey y ser libre de impuestos él y la casa de su padre. David no iba a tener problema en casarse, él iba a ser el rey comoquiera, pero lo que podía ganar en ese instante era que su papá fuera libre de impuestos desde ese momento. Así que David enfrentó a Goliat para bendecir a su familia. Qué maravilloso cuando has recibido el menosprecio de aquellos que amas, y todavía tu corazón está en servirles y decides hacer lo que está en tus manos para que vivan mejor. Tú puedes ser como José, que le puede decir a su padre: vengan a este lugar porque aquí hay comida para ustedes, los voy a cuidar. Nunca permitas que las relaciones de tu familia, la ausencia, el menosprecio de ellos a través de los tiempos y el que no te hayan tratado de manera correcta, hagan que tú salgas corriendo, huyendo, y volviendo a tu pasado y te escondas detrás del equipaje.

David tuvo que vencer tres cosas más, tres palabras, actitudes que pueden ser hirientes en tu vida y sumamente dolorosas. La segunda actitud negativa que tuvo que vencer David y que pudo haberle hecho volver atrás y esconderse, era la actitud de sus hermanos. Cuando David llega allí al campamento, deja la carga en el equipaje, y va a mirar que sus hermanos estén bien; pero los hermanos comenzaron a cuestionarle qué hacía allí, cuestionan la intención de su corazón, diciendo que fue a averiguar, cuando en realidad fue allí a cuidar de ellos. Qué triste cuando tienes que luchar con el menosprecio de tus hermanos, con que cuestionen tu corazón porque te juzgan por su manera de pensar, por como ellos ven la vida. Has tratado de hacer algo por alguien, pero el corazón de esa persona está tan contaminado, que todo lo vio como que tú querías aprovecharte, cuando todo lo que tú querías era bendecirle. Cuando eso ocurre, tu corazón se entristece porque cuestionas de qué sirve estar pendiente de otros, si todo lo que vas a hacer, lo van a cuestionar. Pero tú no puedes permitir que el corazón dañado de aquellos a tu alrededor, dañen al rey que hay dentro de ti. Tú eres el tesoro más grande que Dios tiene para este pueblo, y la actitud de tus hermanos no puede hacer que tu corazón se contamine y te escondas detrás del equipaje. La gente va a cuestionar tus intenciones, tu corazón, y algunas veces hay que entenderlos; han tenido malas experiencias en el pasado, con otras personas, así que de primera intención juzgan a todos a su alrededor con el mismo filtro, pero tú no puedes permitir que eso afecte tu vida. Tienes que seguir hacia adelante, sabiendo que tu propósito, tu destino no se puede detener por los cuestionamientos de esos que son tus hermanos.

La tercera persona que pudo haber dañado el corazón de David fue Saúl con sus palabras. David se presenta ante Saúl para traerle la solución al problema, él enfrentaría a Goliat; pero Saúl lo menosprecia. Menosprecia su juventud, su experiencia, le dice: ese es un hombre de guerra, tú eres un simple muchachito, no lo vas a poder hacer. Le pone a David sus ropas, las ropas de rey, para que David intente caminar con ellas, simplemente para burlarse de él. David no pudo caminar con ellas, pero no se frustró, sino que se las quita y le dice al rey: no puedo caminar con ellas porque no he practicado, y no hay tiempo para eso, pero no hay problema, yo voy con lo que yo sé hacer. Muchas veces en la vida te vas a encontrar con personas que van a menospreciarte por tu pasado, por tu sencillez; no te van a querer dar las oportunidades, van a exponerte a una situación simplemente para que te salga mal, para ellos burlarse de ti. Pero tú no puedes permitir que ese tipo de persona con el corazón tan negro, dañe tu corazón, no puedes permitir que aquellos que te exponen para que tú fracases, dañen el corazón del rey que hay en ti. Tú eres el tesoro escondido más grande que hay para este tiempo, y el menosprecio de aquellos a tu alrededor, el menosprecio de tus habilidades y talentos, no debe hacer que tú te escondas detrás del equipaje, sino todo lo contrario; debe darte la fortaleza en el interior para tú seguir hacia adelante.

Siempre hablamos de David venciendo a Goliat, pero ese fue el cuarto que venció; y antes de vencerlo con la piedra, lo venció en la mente, en el corazón; porque lo cuarto que tuvo que vencer David fueron las palabras de Goliat. La guerra empezó con palabras. Goliat le dijo: tú eres un muchachito; ¿acaso soy yo un perro que tú vienes con palo, con piedras? Y David se tuvo que parar firme en aquel lugar, frente a Goliat, y hablarle a aquel hombre, contrarrestando palabra con palabra, diciendo: tú vienes contra mí con espada y jabalina, mas yo vengo contra ti en el nombre del Dios de los ejércitos, a quien tú has provocado; te voy a matar hoy, te voy a picar la cabeza y los cuervos van a comerse tu cuerpo. David tuvo que vencer el miedo, vencer palabra contra palabra. Cuántas veces el problema te habla a ti y te intimida, y tú te quedas callado; cuántas veces te quedas callado porque no quieres parecer loco. Pero tiene que haber un momento en tu vida donde te pares firme y le hables al problema y le digas: hasta aquí llegaste, no me vas a hablar más, Dios me va a dar la victoria, voy a alcanzar lo que Dios me ha prometido y voy a lograr todo lo que Dios tiene para mi vida.

El problema es que, muchas veces, sin darnos cuenta, nos intimidamos, volviendo al pasado, atrás, al equipaje. Si alguien tenía excusa para decir que no servía para nada y que nunca llegaría a nada, ese era David. Pero David tenía una gran actitud; él decía: yo enfrento lo que sea, no voy para atrás, no me voy a intimidar, no me quedo aquí. A veces, sin darnos cuenta, permitimos que las palabras de la gente se metan tanto en nuestros corazones, que nos dejamos intimidar; y a través del tiempo, las heridas que hemos recibido y aceptado de algunas personas, cuando nos vamos a enfrentar a los problemas, nos hacen huir, correr. En la vida hay que enfrentar las cosas. Tú no te puedes acobardar.

El problema económico, hay que enfrentarlo. Te tienes que ir a trabajar, tienes deudas qué pagar; tienes que preguntarte cuánto más tienes que vender, qué es lo que tienes que hacer; y hacerlo. Enfrenta el problema de frente, y hazlo con seguridad, sabiendo que Dios te va a dar la victoria.

Que Dios te dé la valentía que tenía David. Qué gran diferencia entre Saúl y David. Uno escondido detrás del equipaje, y otro enfrentaba todas las cosas, un jovencito que se atrevía a meterle mano a lo que sea. Que se levante en ti ese espíritu de luchador, de conquista, y que digas: lo que venga, lo voy a enfrentar, voy a correr a la línea de batalla y Dios me va a dar la victoria. Algo Dios va a hacer. No te intimides por las malas noticias. No vuelvas atrás, no te escondas. Ten la actitud de David; que cuando vengan el oso y el león, vayas detrás de ellos; que cuando oigas que hay pelea, preguntes a quién es que hay que enfrentar, y cuando Goliat salga caminando, tú salgas corriendo pero a la línea de batalla, y le digas a Goliat: hoy Dios te entrega en mis manos. Solo así, el tesoro que hay en ti se va a descubrir y llegarás a ser todo lo que Dios quiere que tú seas.

Que todo pensamiento intimidante desaparezca de tu vida y hoy corras a la línea de batalla; verás que Dios te va a dar la victoria, en el nombre de Jesús.
DIOS ES NUESTRA FORTALEZA!

Autor: D.R.A.

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